El tiro que cambió la historia

Hoy, 12 de mayo de 2020, se cumple un año de aquel día en el que Kawhi Leonard decidió enseñarle a la NBA -y al mundo- que los Raptors estaban dispuestos a darlo todo para llegar lejos. De todos modos, no pudo hacerlo solo. Y no hablo de Marc Gasol, quien le dio el pase, ni Pascal Siakam, ni Kyle Lowry ni Ben Simmons; hablo de esa fuerza mística fundamental, ese golpe de suerte, ese soplo del universo que, ante un tiro tan complicado, decidió que tras 4 botes el balón besara la red con la suavidad de una brisa; sólo para desatar una tormenta de gritos, festejos y abrazos tanto dentro del Air Canada Centre como fuera en el Jurassic Park, y tanto dentro mío como fuera. Pareció como un quiebre en el tiempo: un momento se transformó en eterno, y mientras la naranja volaba hacia el aro, nada más que eso pasó por mi mente. Unos segundos que parecieron meses, años, 25 temporadas en el camino para ser exacto, hasta que la eternidad terminó con un grito de euforia desacatada. 

Y cambió la historia. Efectivamente lo hizo. Gracias a ese bombazo sobre la bocina -y sobre Jimmy Butler, Joel Embiid y toda la ciudad de Philadelphia-, podemos decir hoy que en Toronto cuelga un banner de campeón. Tan sólo pensar en qué hubiera pasado si ese tiro -que tenía alrededor de 3% de chances de entrar- no ingresaba es fatalista e incluso apocalíptico. Por suerte -o quizás por mi deseo y el de muchos más-, podemos decir que ese 3% fue suficiente y que, gracias a Kawhi Leonard, los Raptors fueron campeones del mundo.

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